Blog Oficial de la actriz y escritora Sevillana María de Adorna

Bienvenidos a la web oficial de María Muñoz Ballesteros, más conocida como "María de Adorna". Actriz sevillana, mujer con carácter, apasionada y luchadora. Artista Sevillana, dedicada en cuerpo y alma a su gran pasión "El Teatro". Sus recuerdos, sus pensamientos, sus pasiones, SU VIDA.

En este lugar se intentará dar a conocer a esta artista, escritora y actriz sevillana de 84 años que pese a su edad no ha dicho no a las nuevas tecnologías. Ella contará sus recuerdos, hará memoria de su vida paso a paso. Una Guerra, una Niña, un Amor único, un Trocito de Historia.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Mi Juventud en el Teatro 16ª parte


Cuando me levanté antes de comer le dije a mi madre que teníamos que hablar para ver lo que hacíamos porque no podíamos seguir así con la abuela. No sabíamos el tiempo que podía seguir viviendo, mi madre se entristeció pero yo le insistí en organizarnos ya que dentro de unos días yo empezaba a trabajar en el barrio y el problema lo tenía en casa pero no podía llevarlo al trabajo. 

Le dije a mi madre, desde hoy yo me encargo de la abuela, de lavarla por la mañana y la noche, también de su ropa y tú de los niños y de la casa. Por la noche desde que yo me marche al teatro estarás tú con ella y cuando yo llegué te acostaras y seré yo la que esté hasta que tu te levantes cuando los niños se marchen al trabajo.

Nada mas terminar de comer me fui al centro de Sevilla, a la calle Puente y Pellon para comprar dos zaleas, eso era lo que se le ponía entonces a los niños para el pipi. Era una piel de oveja curtida, entonces no había otras cosas, era 1953. Compre telas de toallas por metro, desinfectante, gasas, esparadrapo... todo lo que vi faltaba en casa y podría necesitar mi abuela para curarla desde ese momento.


Zalea


Para mí compré unos zapatos, es uno de mis vicios. Eran preciosos, En la zapatería Zegarra le compre un par a mis hermanos pequeños y regalaban una pelota pequeña de goma. A mi madre no sabía que mas le hacía falta en esos momentos, le faltaba de todo pero ya estaba acostumbrada. Yo que sabía lo que mas le gustaba en su vida era leer le compre unas novelas en la Plaza del Pan.

Cuando llegué a casa, todo seguía igual. Mi abuela dormida, como decíamos nosotros. El día fue pasando y tan sólo vi contento a mi hermano Chico, el veía a mi madre mas tranquila. 

Pasaban los días y todo siguió igual. A mi la noche no me costaba estar despierta porque siempre aprovechaba para hacer punto, coser, la radio... no era ningún problema.

Una vez en semana venía el médico a verla y siempre decía lo mismo, en cualquier momento podía suceder lo inevitable.  

Una tarde estábamos las tres, mi madre, Carmelita y yo. Mi abuela dormida en su cama, de pronto dijo:

-María... ahí está Gonzalo.

Nos quedamos las tres calladas y lo volvió a repetir, ella llevaba mucho tiempo sin hablar.

Yo le dije ¿que pasa?, ella me dijo:

-Tu padre está aquí.

-¿Dónde?

No me contestó pero si dijo varias veces si, si, si... como si contestara a mi padre.

En esos momentos mis pensamientos eran ¿por qué mi padre? ¿era para demostrarle que él estaba mejor que ella?, ¿era por la conciencia de mi abuela? nunca lo habían ayudado y era él quien venía para acompañarla en el último viaje.

Esto lo saben mis hijos porque yo se lo he contado muchas veces en mi vida y no esta sola experiencia he tenido con personas que he visto morir.

Mi madre se levantó cuando los niños se marchaban para trabajar, me dijo que yo me acostara y le dije que no. Cuando se fueron fui a buscar al médico y le dije que la veía muy mal. El me dijo que enseguida iba para casa. Mi hermano Antonio ya había llegado de la panadería, el médico dijo que ya estaba todo casi acabado pero mi hermano aún así se marchó como todos los días. Nos quedamos solas mi madre y yo.  Al rato volvió y dijo que ya había avisado al Ocaso, yo no sabía que mi madre estaba pagando eso pero lo tenían desde que murió mi abuelo. Al mediodía falleció, todo lo preparamos y se avisó al único sobrino que tenía Guillermo. 

Para que contar nada más, el día del entierro sólo la acompañaron mi hermano Antonio, sus amigos y mi hermano Manolo. Yo bastante tuve con cuidar  mi madre que perdió el conocimiento unas cuatro veces durante el día y la noche. 

Todo terminó, la casa esa noche parecía otra, ya no estaba la cama ni la abuela en el salón, sólo quedaba su recuerdo especialmente para mi madre, yo la verdad no los tenía ni de ella ni de mi abuelo pero era la madre de mi madre y yo hice todo lo que pude por que tuviera un buen final.

Esa noche acostumbradas a no dormir, ni mi madre ni yo teníamos sueño, ella leyendo, yo escuchando la radio nos quedamos dormidas.



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