Blog Oficial de la actriz y escritora Sevillana María de Adorna

Bienvenidos a la web oficial de María Muñoz Ballesteros, más conocida como "María de Adorna". Actriz sevillana, mujer con carácter, apasionada y luchadora. Artista Sevillana, dedicada en cuerpo y alma a su gran pasión "El Teatro". Sus recuerdos, sus pensamientos, sus pasiones, SU VIDA.

En este lugar se intentará dar a conocer a esta artista, escritora y actriz sevillana de 84 años que pese a su edad no ha dicho no a las nuevas tecnologías. Ella contará sus recuerdos, hará memoria de su vida paso a paso. Una Guerra, una Niña, un Amor único, un Trocito de Historia.

miércoles, 11 de diciembre de 2019

28ª Parte del resto de mi vida...

Margarita ya empezó en el colegio, también la preparación para la comunión. Tenía que levantar a los tres para llevarla a ella y Adorna cambió turno en el trabajo. Entraría a las dos de la tarde hasta las diez de la noche y así se quedaba con los pequeños.

Un día mientras llevaba a Margarita, pensé en mi madre (creo que ningún día de mi vida he dejado de pensar en ella). Pues ese día al pensar en mi madre me puse muy triste, yo iba  con la mano de mi niña cogida y muy felices las dos, recordé aquellos momentos en los que mi madre me llevaba engañada, dejándome tirada en el suelo llorando y no volver a verme muchas veces en mas de un mes.

Una tarde recogimos a  Margarita del colegio, su padre estaba de descanso, nos fuimos a ver a la abuela. Parece que estoy viendo la cara de mi madre cuando la vio con su uniforme (cuánto quiso mi madre a este niña).

Mi madre le preguntó que tal le iba en el colegio, qué hacía, si tenía amigos... ella le contó muchas cosas y algo importante, el año próximo haría la comunión y su hermana iría con ella al mismo colegio. También le contó que tenía muchos amigos en el barrio y se divertía.

Como Inmaculada no decía nada, mi madre le preguntó y ella le dijo que también estaba contenta y que hacía los deberes con su papa todos los días.

Mi madre les dijo que nada mas pudiera el tito Manolo llevarla, ella iría al piso a conocerlo, también el colegio y sus amigos - estaré un buen rato allí para verlo todo-

Adorna y yo nos miramos, desde que nos fuimos no había dicho nada de conocer el piso y mucho menos de quedarse allí.

Cuando al día siguiente pensé en mi madre y la conversación con los niños, algo vi raro ¿por que ahora mi madre decía que quería venir y estar un buen rato con nosotros? . ¿Echaba de menos a los niños o algo mas le pasaba?, cuando les habló la note emocionada ¿triste?, ¿preocupada?...¿me quería contar algo?.

Seguí con las faenas y me olvidé un poco del tema. 

Por la tarde vino a casa mi hermano Manolo, le conté mi preocupación y él se echó a reír. 

Me dijo que hacia días que decía de ir a vernos y además estaba contenta porque la suegra de mi hermano Antonio le había llevado al niños para que lo viera.

Os recuerdo que Antoñito nació en casa de mi madre. Adorna y yo fuimos los padrinos pero llevábamos mas de 10 años sin verlo. Le pregunté a mi hermano el motivo de por qué ahora lo llevaban para que lo viera mi madre, me dijo que hacía la comunión en Mayo y quería que lo supiéramos.

Era raro ¿por que ahora?. Yo seguía enfadada con mi hermano por tan larga ausencia y le dije a mi hermano:

-Ahhhh, vale. También  hace la comunión Margarita el próximo año.

Inmaculada vio un paquete grande que traía el tío y le preguntó que era, lo abrió y había mucha fruta. Yo puse café y charlamos sobre su trabajo, su noviazgo, todo iba muy bien. Me contó que el Chico (mi hermano Gonzalo) ya había hablado con el suegro porque querían casarse pronto.

Me quedé callada y mirándolo y le dije:

-Manolo como va cambiando todo, hasta Antonio vuelve a casa. Ojala mama este tranquila por un tiempo y solo tenga alegrías. A mi no me hace falta volver a verlo solo me importa mi marido, mis hijos, mi madre, tu y Gonzalo, ya está.

-Bueno, veremos que pasa, parece que está cambiando- me dijo Manolo - lleva muchos años sólo y ya tiene cuatro hijos, todos varones. Al parecer también le darán una casa en este barrio, se lo dijo la suegra a mama, aunque no tienen dinero para la entrada que son seis mil pesetas.

-¿Y mama que dice de eso?

-De momento nada, ya veremos. Me marcho ya.

-Voy a bajar contigo y ver que hacen los niños, en nada tienen que cenar y a la cama.

Esa noche comenté con Adorna de todo esto, él me dijo que se alegraba de las novedades sobre todo por mi madre y que la verdad entre nosotros no había pasado nada.

Al día siguiente, Adorna descansaba, fuimos a casa de mi madre y nos esperaba una desagradable sorpresa. Una carta del juzgado donde nos citaban en veinte días. Cuando Adorna leyó la citación nos enteramos que era una deuda que nos reclamaban por unas vigas que no se pagaron. Las vigas las compró mi hermano Antonio cuando se amplió la casa y se hizo su habitación, Adorna fue su fiador. 

Nos quedamos de piedra, mi hermano no había pagado nada y el responsable de la deuda era el fiador.

Mi madre nos dijo que no nos preocupáramos que ella lo pagaría. Adorna le dijo que ella no se preocupara, ya veríamos que hacer cuando llegara el momento.

Cuando llegamos a casa y los niños dormidos, le dije a Adorna que estaba muy enfadada con el tema, me parecía mentira que mi hermano no pagara y nos reclamaran a nosotros. Adorna como siempre buscó la forma de calmarme diciéndome que al fin y al cabo mi hermano casi no disfruto de la obra que se hizo en la casa porque se marcho a vivir pronto a una habitación con su mujer y Antoñito, a saber como han vivido tantos en ese sitio para preocuparse de pagar algo que no disfrutaba. Me fui calmando y le dije que de todas formas al día siguiente iría a ver a un abogado amigo de mi abuelo y que él nos aconsejara. Me dijo que era buena idea.

A los dos día pude hablar con don Francisco, el amigo de mi abuelo. Nos dijo que no veía mucho problema, solo teníamos que decir que habían pasado once años y no era lógico que ahora reclamaran la deuda. El si podía estaría con nosotros en el juzgado, aunque no creía que fuera necesario.

Llego el día, no esperaba la telenovela que viviría. Al llegar al juzgado vi a mi hermano en uno de los bancos sentado. No sabía qué hacer pero ni tiempo a pensar me dio, se levantó vino hacia mi y como si nos hubiéramos visto el día anterior me dijo:

-Qué guapa estas "faraona". ¿tu que tal estas Adorna?

-Bien, ¿Tu mujer y los niños? - le preguntó Adorna

Llegó el momento y nos llamaron, mi hermano dijo (bruto seguía siendo):

-Vamos a ver que quieren estos hijos de sus madres.

Adorna le dijo qué nos aconsejaba el abogado.

Mi hermano siguió preguntándonos cosas, sobre el teatro, sobre los niños... bueno, mas bien no preguntaba, hablaba solo él. Nos dijo que sabía de todos por un amigo del barrio, sabía que todo estaba bien. Yo no abrí la boca, Adorna me miraba. Los llamaron a los dos y entraron, yo me quedé fuera. Don Francisco estaba dentro ya.

Al poco tiempo salió Don Francisco muy enfadado:

-Para esto no era necesario que yo viniera.

-¿Que ha pasado?

-Que han dicho los dos que pagan.

Le conté todo lo que había pasado estos años y que no querían que mi madre sufriera mas.

-Vale. Con lo que pase que Adorna me vea y me cuente.

-Gracias Don Francisco.

Cuando salieron los dos yo estaba muy enfadada, me fui para mi hermano y casi en jarras le dije:

-¿No decías que no te gustaba el teatro? A qué esta comedia, como si no hubiera pasado nada en estos años. Quieres recomponer todo lo roto pagando una deuda que se podía no haber pagado. Don Francisco está muy enfadado.

-María- dijo Adorna- el hizo la compra, quiere pagar. No soy nadie para decir lo contrario.

-Yo sabía que no me entenderías - dijo mi hermano- yo lo que quiero es que todos estos años lo olvidemos, que no hubieran pasado, sobre todo por mama.  Lo fui dejando un día por otro y así fueron pasando los años, tenía remordimientos pero no sabía como arreglarlo.

Vi que lo decía de verdad y por mi madre me calle. Adorna propuso tomar un café.

Allí quedaron casi 10 años de malos entendidos entre una familia. Ninguno quisimos preguntar porque en verdad nunca pasó nada de importancia y no había culpables, solo mala comunicación.

Tomando café hablamos del piso, de los niños. Mi hermano nos contó que el piso se lo daban cerca del nuestro pero en el barrio que se estaba terminando. Nos dijo que nada mas pasaran las Navidades nos traería a los niños para que los conociéramos y el conocer a los míos pero antes iría a ver a la "vieja" (como llamaba a mi madre) al Chico y a Manolo.

se despidió de nosotros, me dijo:

-Adios Florinda (era como me llamaba de pequeña)

Yo empecé a reírme, no me lo decía hacía 28 años. Le dije adiós Antonio.

Así terminó el problema de las vigas, uniendo otra vez a la familia.

Al día siguiente fuimos a ver a mi madre, le conté todo lo ocurrido y no se lo creía. No era de extrañar porque ni yo me lo creía.

Le dije que quería ir a verla y que cuando pasaran las fiestas quedaríamos un día para que conociéramos a los niños. También le comenté que pronto le darían un piso parecido al mío y en el mismo barrio.

Se quedó muy callada, Adorna le dijo:

-María usted debe estar tranquila, él reconoce sus errores y con nosotros estuvo como si no hubiera pasado nada. Esperemos a ver que pasa.

Pasaron unos meses y por fin fue a ver a mi madre, no se que hablaron pero ella estaba contenta. Muy feliz con todo lo ocurrido.

Las Navidades se acercaban, era mi mayor preocupación en esos momentos. Eran las primeras que iba a pasar en mi casa y me ilusionaba que mi madre y mis hermanos las pasaran con nosotros felices.

Una tarde fuimos a casa de mi madre y los niños le contaron que estaban montando un Belén muy bonito y con la inocencia que los niños tienen le preguntaron:

-Abuelita, ¿vendrás en nochebuena a casa con los titos?

-Claro- les dijo ella

Margarita le dijo que faltaba uno de los Reyes Magos en el portal porque se había roto. Ella le dijo que no se preocupara que uno de los titos al día siguiente les llevaría uno nuevo y más cosas porque seguramente serían mas grandes de los que teníamos, les dijo:

-¿Sabéis que vamos hacer estos días? - Escribir las cartas a los Reyes Magos y poner mucha atención en poner la dirección nueva. Yo también la haré para que sepan que Margarita, Inmaculada y Francisco Javier, viven en un piso y pondré bien la dirección.

Por fin llego el día que en mi casa siempre empezaban las Navidades, el día 23 de Diciembre, aniversario de nuestra boda. Ya estaba montado el Belén y adornado todo el piso. Solo faltaba preparar la habitación de mi madre. Los tres niños dormirían juntos en una  y ella sola.

Serían las cinco de la tarde, cuando los niños empezaron a gritar:

-Mama, la abuela, la abuela...

Yo no se como bajé las escaleras para ayudar a mi madre a subir muchos escalones, querían que ella entrara la primera en el piso.

Lo fue mirando todo poco a poco, asombrada y feliz.

-Hija ¿de donde has sacado todo esto? - me dijo

Mama hay siempre buenos amigos que ayudan y otras pagando poco a poco todo se puede comprar.

Subieron amigos de los niños para cantar en el portal, mi hermano Gonzalo llegó sobre las nueve empezamos a cenar todos juntos.

En aquella época la televisión no terminaba muy tarde, así que pronto todos nos fuimos a la cama.

Yo en aquellos momentos no tenía mucha fe, no en Dios, sino en la Iglesia por algo que me pasó con uno de sus representantes. No se como pasó pero sobre las tres de la madrugada me desperté, me levanté y me arrodillé a los pies de mi cama y me puse a rezar. Adorna se dio cuenta y cuando volví a la cama me abrazó y nos quedamos dormidos.

Las primeras Navidades en nuestra casa, yo creo que Dios nos bendijo aquella noche porque todas las Noche Buenas fueron felices mientras vivió.





lunes, 27 de marzo de 2017

27ª Parte del resto de mi vida...

Fueron pasando los días, los meses y llegó Septiembre, por fin Margarita iba al colegio cerca de su nueva casa. Fue el colegio de la Borbolla, Margarita casi ocho años, Inmaculada cinco recién cumplidos aún ese año no iría. Margarita sabía leer y las cuatro reglas, Adorna se había encargado hasta ese día de su educación y en el Tiro de Línea también había ido un año a otro colegio. Eran listas y todo lo aprendían rápido, una de las cosas era jugar al ajedrez, pocos niños en esa época sabían pero Adorna era un buen jugador y las había enseñado. 

El Colegio de San Pablo que teníamos justo enfrente de casa no se inauguró hasta unos años después, teníamos la intención de cambiarlas a él cuando pudiéramos pero en la vida hay veces que lo que uno propone no se realiza por circunstancias que ya os contaré más adelante, las niñas nunca irían al Colegio de San Pablo.

La vida iba cambiando muy deprisa, yo volvía a sentirme con energías, mi carácter empezaba a ser el mismo de antes de casarme, no es que después de casarme no fuera la misma luchadora ni perdiera las ganas de vivir, solo que me había adaptado a una rutina diaria que no me gustaba ya que mi niñez y mi juventud fue diferente, en esas épocas ningún día era igual a otro y después de la boda fue todo lo contrario.

Tendría Francisco Javier unos treinta meses cuando algo ocurrió que me hizo ser otra vez esa mujer sin miedo a nada y hacer cosas sin pensar en las consecuencias. El piso, como ya os he contado, tenía cuarto de baño, cocina y una pila, todo ello daba a un tabique con una especie de balcón interior donde al mirar para abajo se veía un hueco, no daba a la calle porque la pared de frente tenía una celosía de material, agujereada, por donde entraba la claridad. La pared del cuarto de baño también daba a ese huevo y tenía una pequeña ventana.

Os dejo foto de la fachada donde podéis ver lo que explico, esa parte de ladrillos con agujeros daba a la calle, dentro había como un metro sin suelo y lo separaba un balcón y la pared del cuarto de baño pero no se veía desde el exterior, en esta foto podéis ver como la parte de abajo sigue en muchos pisos con los ladrillos de agujeros y la parte de arriba dos ventanas, serían de la cocina y el cuarto de baño, en aquella época todo era de ladrillos como los de abajo y no se veía nada de dentro.



Piso Polígono San Pablo

Francisco Javier fue al cuarto de baño para hacer pipi sin que yo me diera cuenta y cerró un pestillo que había por dentro. Cuando quiso salir no podía abrir la puerta y empezó a gritar: -mami... mami...no puedo abrir- yo le decía como hacerlo él nervioso  y yo también, no sabía qué hacer, Adorna no estaba, era domingo y había ido a ver a su Betis, yo tiraba, empujaba la puerta y no conseguía abrirla, sin pensarlo mas me fuí para la cocina y saltando la baranda puse los pies en los agujeros de la celosía, fui agarrándome a ella todo el trayecto desde la cocina hasta la parte frente a la ventana del cuarto de baño que por suerte estaba abierta, no sé como pude entrar por una pequeña ventana, ni como pude alcanzarla, el peligro es que si un pie se escurría yo caería al vacío de cinco plantas.

Cuando el niño me vió que intentaba entrar por la ventana me dijo: -mami ten cuidaito...- caí de cabeza escurriéndome hasta la bañera, allí ya me incorporé y pude ponerme de pie y abrazar a mi niño, abrí la puerta y pudimos salir. Lo malo vino después, cuando llegó Adorna y mis hermanos y se lo conté, hasta entonces no me dí cuenta de la locura que había hecho y lo peligroso de mi aventura. Al día siguiente teníamos albañiles en casa, tiraron la tapia, pusieron suelo a la parte que faltaba y de esta forma la pila y la ventana del cuarto de baño quedó dentro de ese espacio y se amplió la cocina, Ya no veía las ventanas de mis vecinos de abajo y todos poco a poco fueron haciendo lo mismo y mas tarde tirando celosías y poniendo ventana y ampliando también los cuartos de baños.

Otra de las travesuras de Francisco Javier, no tardó en llegar. Sería octubre o noviembre cuando llamaron a la puerta y traían al niño dos señores con camisas azules, sus hermanas que estaban cuidándolo en la calle, también venían con ellos. Me dijeron que querían hablar con Adorna, venían muy enfadados. Nos dijeron que el "niño" cada vez que pasaban por la plazoleta les decía: -Cabrito, eres un cabrito...- Nos explicaron que ellos estaban al cargo de cuidar el orden del barrio y no podían consentir que un niño les faltara al respeto, ya que era él quien los ofendía pero que todos los mayores se reían. El niño entró en casa como si la cosa no fuera con él, Adorna le preguntó:

-Nene, ¿qué  le dices a estos señores?- 
él contestó:
- cabritos- 
-¿Por qué le dices cabritos?-
-porque no tienen pelos en la cabeza-
Adorna miró a aquellos hombres y les dijo ¿qué podía él hacer?, los señores le dijeron que no se preocupara, no pasaba nada pero que no lo dijera mas, además pidieron disculpas por la forma de llegar a casa, al parecer no sabían que era hijo de Adorna y le conocían.

Después cuando investigamos con las hermanas, supimos que eran los mayores los que le decían que se lo dijera y él lo hacía.

Los días pasaban, Adorna muy temprano levantado para ir a trabajar, la niña en el colegio y yo con las tareas de la casa. Margarita no iba sola al colegio, yo la llevaba y sus hermanos  venían conmigo, lo mismo a la hora de recogerla, ese curso sería así luego ya veríamos porque el colegio no estaba lejos y Margarita era espabilada para ir sola y cuidar de su hermana si empezaba al año siguiente. Por las tardes aprovechaba que Adorna estaba en casa y iba muchos días a casa de mi madre para echarle una mano y siempre iba andando.

Voy a explicarle, principalmente a los sevillanos que pueden extrañarse como iba y venía andando porque hay mucha distancia, yo no echaba mas de media hora.

Entre el Tiro de Líneas y el Polígono de San Pablo solo existía la Cruz del Campo, la calle Oriente (ahora Luis Montoto), lo demás todo era campo, solo el Estadio del Sevilla y en nada llegaba a la Pirotecnia, detrás ya estaba el Tiro de Línea, al ser campo y muy llano, no existir coches ni nada, era un camino recto y se hacía fácil atravesarlo.

Una tarde que iba con los niños estaba jugando un partido el Sevilla y las puertas estaban abiertas porque ya faltaba poco para acabar, la mala suerte que ese día jugaba el Sevilla con el Betis y perdió el Betis, el niño me dijo; -pobrecito el Betis mama, cuantas cosas malas le dicen, yo no vengo más aquí- le explicamos que aquello era el fútbol y eso pasaba también en el campo del Betis si ganaban a otros equipos y él dijo: -vale... pero a mí no me gusta- el padre y yo nos miramos, no sé si os he contado que yo tenía más simpatía por el Sevilla antes de casarme con Adorna, él no, él bético de toda la vida para los niños eso aún no había sido tema de conversación hasta ese día, los tres decidieron ser béticos y yo poco a poco tuve que cambiar también por simpatía y quizás la más bética y menos simpática con el Sevilla de todos, soy yo, pero nunca anti sevillista.


Los niños siempre venían muy contentos de ver a su abuela y sus tíos, a ellos todo le parecía poco y no les importaban las caminatas que nos dábamos los fines de semana a través del campo porque las chucherías, los tebeos y algunas cositas mas siempre les esperaban en sus visitas. 

viernes, 24 de marzo de 2017

26ª Parte del resto de mi vida...

Al día siguiente cuando desperté sin ruidos de coches, de gente, de nada, no sabía donde estaba y disfruté de la tranquilidad un buen rato observándolo todo. Cuando miré el reloj eran las 9 y media de la  mañana y todos dormían, Adorna también porque estaba de descanso. Con mucho cuidado me levanté y me fui a la azotea y puse cordeles para poder tender ropa, me habían indicado cual era la parcela que me correspondía, cuando bajé ya estaba Adorna despierto. Hice café y preparé el desayuno, poco a poco los niños se fueron despertando. No teníamos prisa, ese día iríamos a casa de mi madre a comer.

Los niños entraron corriendo y gritando, abuelita, abuelita...ya hemos dormido en el piso nuevo. Ella nos miraba contenta y les decía: -si mi vida, ya lo se-. Yo me puse a terminar la comida y mirar que tenía por lavar, recoger, planchar, esa semana con la mudanza no había podido ir a echarle una mano en esas tareas. Llegaron mis hermanos, comimos todos juntos y Adorna pronto me preguntó si nos marchábamos, nos fuimos pronto y al llegar a la plazoleta nos sorprendimos, estaba llena de niños. Ese día habían entregado mas llaves de pisos, iban llegando los nuevos vecinos y a muchos los conocíamos del refugio.  Los amigos de Margarita, como Ignacio, corriendo vinieron a llamarla. Fueron a buscar a sus amigos, nosotros nos quedamos tranquilos porque allí no había peligro aún, luego ya sería distinto cuando empezaron a llegar coches y aparcarlos donde los niños en ese momento jugaban.

Hoy al recordar ese momento he pasado un mal rato, ya que muchos de esos niños ya no están con nosotros, nos dejaron muchos, por accidente, enfermedades, drogas... todos amigos de mis niños, merendando en casa, jugando juntos siempre, he vivido con sus madres tanto sufrimiento por sus perdidas, así, que para todas ellas, las que ya no viven y las que si, como la de Ignacio que veo aun muy a menudo, va mi recuerdo y todo mi cariño.

Adorna y yo aprovechamos para hacer cosas en el piso, los niños se quedaron jugando y costó trabajo que subieran, teníamos aún que cenar, lavarnos... con velas, serían las 10 de la noche cuando se quedaron dormidos. Nosotros también nos acostamos pronto y no habrían pasado ni dos horas cuando unos gritos nos despertaron, era Margarita y a gritos decía: -No, no, eres un tramposo, eso no vale- los hermanos no se despertaron. Adorna y yo nos reímos, comprendimos que aún en sueños seguía jugando, era por primera vez feliz hasta en sueños. Pronto nos daríamos cuenta de que iba a cambiar, iba a dejar de ser tan niña.

Lo primero que notamos en Margarita, fue que pese a su edad era líder de casi todos los amigos, lo que ella decía se hacía y si no, malo. Tenía 8 años, no cumpliría 9 hasta septiembre pero era alta para su edad, ya calzaba un 37 de pie, en altura era una de las más altas tanto de niños como de niñas de la plaza. No se si por afición al cine, a las películas que su tío Manolo la llevaba, en algún momento después de una pequeña disputa, donde defendió a alguien que era menor que ella y desde ese momento fue conocida como la Gary Cooper de la plazoleta, no la temían pero si la respetaban y nosotros estábamos tranquilos sabiendo que cuidaba de sus hermanos y de todos sus amigos.

No la despertamos, supimos que estaba soñando, me costó volver a dormir y me dio tiempo a pensar como habría sido sus vidas si hubiéramos continuado en el teatro, de pueblo en pueblo, sin amigos, sin colegios, como Ani y Margarita las hijas de Joaquin y Ana. Esa misma noche decidí que nada más inauguraran el colegio que teníamos cerca los matricularíamos pero tardaron unos años y tuvimos que buscar otras soluciones.

Amanecimos el tercer día en nuestra casa y pronto comenzaron a llegar visitas. Una de las primeras fue mi cuñada Adela. Venía a ver el piso y decirle a su hermano que de parte de Paco, su novio, no tenía que devolverle el dinero que nos había prestado para la entrada del piso, era un regalo para los niños. Nos dió una gran sorpresa, de ese día tenemos fotos y una de ellas es la que os dejo abajo.

Por la tarde vinieron María, Nogales y los niños. Nada más que María lo vió todo empezó a decir: -Yo tengo unas cortinas que pueden venirte bien para esa ventana, también algunos cuadros... Al día siguiente otro de los amigos de Adorna del trabajo, Sotomayor y Aracelis, ellos nos ofrecieron una mesa y unas sillas. Creo que todos los compañeros de Adorna se pusieron de acuerdo y casi nos amueblaron el piso, mucha casualidad que no nos ofrecieran dos mesas y muchas sillas, no, todo lo que según a ellos le sobraba era justo lo que a nosotros nos faltaba.








viernes, 4 de noviembre de 2016

25ª Parte del resto de mi vida...

Al día siguiente sobre las diez, llegó Adorna con dos compañeros. Traía un coche grande para la mudanza, Adorna al ver que sobraba espacio ofreció llevar a Dolores y a su marido (el señor que regalaba cositas a Francisco Javier porque le encantaba escuchar como le decía muchas gracias señor, siempre le sacaba unas risas).

Cuando todo estaba cargado, aún sobraba espacio. Teníamos pocos muebles entre las dos familias, era lógico, en el refugio no teníamos mucho espacio y casi todos teníamos las mismas cosas, camas y poco mas.

Dolores, su marido, los niños y yo, nos fuimos andando para el piso, cruzamos el campo y llegamos antes que ellos en la camioneta.

Los trabajadores que aún quedaban en las obras, se asombraron de ver llegar ya muebles y se fueron avisando unos a otros para darnos la bienvenida. 

Nos ayudaron los compañeros de Adorna a subir muebles, al piso de Dolores todo fue rápido, era un bajo pero lo nuestro, aún siendo pocos muebles costó mas trabajo, al quinto costaba subir, nada menos, que 61 escalones, a pesar de ello todo quedó listo en poco tiempo, camas montadas y poco más.

Se despidieron los compañeros de Adorna, antes, nos habíamos quedado mirándolo todo, tan vacío, sin cortinas, cuadros... Uno de los amigos de Adorna nos dijo: no preocuparos, en nada lo iréis amueblando, seguro que María sabe como decorarlo bonito en poco tiempo.

Yo le dije a Adorna de bajar a comprar algo para comer y agua, aún no teníamos. Los niños jugaban en la plazoleta, era un lugar apropiado para juegos, aún no había coches aparcados y todo era para ellos (luego todo cambiaría).

Salimos en dirección a lo que hoy es la avenida del Greco, aún no había tiendas, todo estaba acordonado con vallas de obras, la inauguración del barrio no sería hasta unas semanas después y quedaban cosas por terminar. Cerca estaba la Huerta de Santa Teresa donde había un bar y una tienda, hoy es la calle Sinaí, allí compramos agua, algo de comida y muchas velas. Tardarían como poco tres días en darnos la luz. Dimos un paseo por todo aquello que estaba en construcción y al volver a casa estaban allí mis hermanos, Manolo y Gonzalo. Traían cosas para comer con nosotros, agua, café, leche... todo lo que ellos pensaban nos haría falta, se lo había preparado mi madre, aunque ella no había querido ir.

Sin acordarnos que no teníamos luz, Adorna y mi hermano Manolo se pusieron a comprobar la antena que era colectiva, así que estuvimos un buen rato de excursión en la azotea, los niños disfrutaron mucho y aprovechamos para advertirles lo peligroso que era estar allí y que nunca se les ocurriera subirse al poyete para mirar la calle. A falta de luz nos tendríamos que entretener esa tarde-noche con la radio a pilas pero aún nos dio tiempo de dar otro paseo con los niños por las calles que se podían que eran Caracoles, Verdiales y la plaza del Martinete, en esas ya estaban acabadas todas las obras y en días estarían los vecinos viviendo.

Estaba anocheciendo cuando llegamos a la puerta de nuestra casa. Antes de entrar les dije que era la primera noche que dormiríamos en ella, así que rezaríamos un padre nuestro para dar gracias a Dios por la suerte de tenerla y también porque la abuelita María pronto pudiera venir a vivir con nosotros y así fue. Esa noche los niños se durmieron temprano, Adorna y yo no podíamos... eramos muy felices.

Inmaculada y Francisco Javier



lunes, 21 de marzo de 2016

24ª Parte del resto de mi vida...

Los últimos días en en el refugio lo dedicamos, otra vez, a hacer maletas, guardar las pocas cosas en cajas y procurar tenerlo todo preparado para cuando llegara el día.

Todas la vecinas hacíamos lo mismo pero sabíamos que todos juntos no marcharíamos. Yo una de esas noche le pregunté a Adorna si él sabía cuando teníamos que dar el dinero, no sabía si era a la entrega de las escrituras y tampoco si ese mismo día nos darían la llave del piso. Adorna me dijo que posiblemente las llaves nos la darían antes para ir preparando cosas, contrato de luz, etc.

Por fin llegó el día, sería mediados de marzo cuando llegó Adorna del trabajo y me dijo:

-Mañana a las 12 tenemos que estar en el Polígono de San Pablo (nuestro barrio a partir de ese momento) para entregarnos las llaves, no comentes nada. Solo serán 30 las que darán y son las primeras en la calle Tanguillos. Son tres bloques de 10 vecinos, mañana solo darán 15 y al día siguiente las otras-

Adorna me siguió contando y me dijo que un compañero del Ayuntamiento seguramente iría por la tarde a dar la noticia a los demás vecinos y confirmar quien eran los primeros en recibir las llaves, yo le dije que por supuesto no diría nada. Comimos y siguió la rutina de todos los días, las vecinas en sus tareas diarias y yo... no se cuantas veces limpie el hule de la mesa esa tarde, ni cuantas veces fregué los platos. Estaba nerviosa porque la tarde iba pasando y no llegaba nadie.

Sobre las seis llegó por fin la persona que esperábamos y nos dijo que todos saliéramos al patio, así lo hicimos y empezó a explicar lo que nosotros ya sabíamos. Nos informó que los bloques primeros eran el 11 y 13 y los 15 nombres. Nos entregó documentos para leer y rellenar que debíamos llevar junto con los DNI y libro de familia. Nos informó que así irían diciendo poco a poco, después de la calle Tanguillos serían los de la calle Caracoles.

Creo que los únicos que sabíamos la entrega de llaves eramos nosotros porque eran muchas las preguntas -¿si nos dan las llaves nos podemos ir mañana mismo?-, Adorna les dijo que no creía porque no teníamos ni luz ni agua, no dijimos lo que sabíamos y la verdad, al ver la alegría de todos, sus llantos, sus risas, también acabé llorando. Mas tarde todos brindamos con lo que cada uno tenía, cerveza, vino tinto... muy contentos. Se hizo la hora de cenar y acostarnos, terminaba un día de emociones y secretos, el día siguiente era el comienzo de una nueva vida junto a mi familia y en "mi casa".

A la mañana siguiente todos nos levantamos muy alegres. Adorna vendría a media mañana para ir juntos. Llegó temprano el mismo señor del Ayuntamiento del día anterior y nos dijo que a las 12 debíamos estar allí todos los nombrados y nadie más, todo era por hacer las cosas tranquilos y sin mucha gente. Nos advirtió que si todo se hacía con calma y sin problemas al día siguiente se entregarían otra 15 llaves.

El camino mas cerca para llegar pronto era la Cruz del Campo, así que nos fuimos tres o cuatro vecinos con los niños. Al llegar nos esperaba un chico joven y nos dijo que hasta no llegar todos no empezaría la entrega.

El primer piso que se abrió fue el tercero izquierda de la calle Tanguillos 11, luego los dos quintos (el izquierdo era el nuestro) el que yo había elegido de broma aquel día que fuimos de paseo. 

Abrimos el piso,  tenía tres habitaciones, un salón de 5 metros ancho y 7 de largo, la cocina no muy grande y un cuarto de baño con todo lo necesario. También en la azotea teníamos nuestro espacio cada vecino para tender y en la cocina una pequeña pila para lavar. Pero lo mas bonito era un balcón de dos metros y medio que comunicaba con el salón con dos puertas de cristales.

Un palacio nos pareció, el mas bonito de nuestra vida. Por fin mis hijos tendrían su habitación, nos miramos emocionados, la misma emoción que siento hoy al escribir estos recuerdos. A lo largo de mi vida he tenido mas casas pero ninguna como en la que se criaron mis hijos.

Los niños empezaron a correr de un lado a otro, Margarita muy rápida eligió habitación y llamó a su hermana para decirle:

-Mira Inma... ven..., este es nuestro dormitorio-

El padre y yo nos reímos porque había elegido la mayor.

Estuvimos un buen rato viéndolo todo, nos habían advertido que apuntáramos si veíamos alguna cosa en mal estado como cristales, grifos, suelo, azulejos, puertas... Adorna fue apuntando todo. Cuando nos pareció que todo estaba bien mirado, nos decidimos a marchar pero los niños no querían, les dije que iríamos a ver a la abuelita y contarles que ya habíamos visto nuestra casa y decirle que viniera al día siguiente con nosotros. De esa forma pude convencerlos y Adorna pudo cerrarla puerta.

Cuando llegamos a casa de mi madre, no nos esperaba. Los niños empezaron a gritar y contarle todo lo que habían visto. Ella no tenía comida preparada para tantos y yo, nunca he tenido pereza para la cocina, me puse manos a la obra y hice de comer para todos. Estaban comiendo los niños cuando llegaron mis hermanos, cuando terminaron nos pusimos a comer los demás y ellos se fueron a jugar al jardín.

Le contamos todo lo ocurrido, ellos quedaron en ir al día siguiente a verlo y mi madre dijo que no, ella iría cuando ya viviéramos allí. Les conté que Inmaculada estaba muy bien y le habían dado el alta médica pero tenía que hacerse analíticas cada 3 meses, mi hermano Manolo nos dijo que él nos acercaba en el coche al refugio cuando ya vimos era hora de marchar. Mi madre al darme un beso de despedida me dijo que estaba muy contenta de vernos a nosotros tan felices.

Esa noche en el refugio fue una fiesta, unos porque al otro día se marchaban y otros porque lo harían pronto. Seguramente no viviríamos juntos, cerca sí, pero no en la  misma calle, así que preparamos una buena mesa con comida, bebidas, de lo poco que teníamos y estuvimos hasta tarde comiendo y riendo, los niños jugando. Esa noche creo que todos nos fuimos a la cama y no tardamos en dormirnos mucho tiempo.

Cuando a la mañana siguiente desperté era otra persona, me había cambiado el carácter. Nada me parecía difícil conseguir, ni me asustaba no tener dinero ni el trabajo que me quedaba por delante hasta tenerlo todo listo. Lo primero un café y empece a preparar cubos, escoba (aún cepillos no había para barrer) estropajos, trapos para los cristales o periódicos...

Estaba preparándolo todo cuando llegó Adorna, en el trabajo le habían dado 8 días de permiso para la mudanza, hacer contratos de luz y agua. También le dejaban un camión para el traslado.

Llegamos al piso y empezaron los primeros problemas, no teníamos agua ¿como limpiar?. Adorna con otro vecino del segundo se encargaron de subir cubos de agua de la manguera de la calle (aún seguían los trabajadores terminando cosas) y llenar las bañeras, así podíamos las mujeres ir trabajando. 

Los niños jugando, sube y baja escaleras. Francisco Javier una de las veces cayó unos cuantos escalones rodando y Adorna se asustó y me dijo, deja todo lo que estés haciendo, lo importante es que no pierdas de vista a los niños a lo que yo le dije, no. Tu ya has subido el agua, quédate tu pendiente de ellos que yo sigo que la limpieza. Así lo hicimos hasta muy entrada la tarde y la verdad es que el niño aprendió ese día a bajar y subir porque nunca mas se cayó por las escaleras y tenía dos años cuando llegó al piso, claro que siempre su hermana Margarita tenía cuidado de los dos, no había cumplido aún ocho años pero siempre fue muy responsable, siempre pendiente de todos, quizás por mi culpa se hizo mayor antes de tiempo por exigirle siempre que cuidara de sus hermanos.

Sobre las tres y media llegó mi hermano Manolo, nos trajo bocadillos. Comimos en el suelo en una manta, nuestra primera comida en casa y sobre las seis lavé a los niños, todo estaba ya limpio y antes de marchar me quedé mirándolo todo y dije: -Que bonito es mi piso- Mi hermano Manolo dijo que tenía mucha razón y que tenía mucha luz y la terraza muy bien orientada pero que mucho cuidado con los niños, era peligrosa la altura que había y que no olvidara que los niños habían vivido en un bajo hasta ese momento y les llamaría la atención mirar por ella. Miré a Adorna y creo que los dos pensamos lo mismo, mi hermano hablaba poco pero siempre era para decir algo importante y que nos hacía reflexionar. Cerramos y nos marchamos, seguramente el día siguiente ya podríamos dormir allí.

                                           Abril 1965 nos entregaron las Escrituras del piso.



lunes, 14 de marzo de 2016

23ª Parte del Resto de mi vida

Inmaculada iba mejor. Margarita estuvo unos días castigada pero el padre me dijo:

-¿No querías que tuviera amigos?, pues desde ahora eso es lo que nos espera-

El 3 de Febrero cumplía Francisco Javier 2 años y nos fuimos a casa de la abuela a celebrarlo, con ella y sus tíos.

Estábamos comiendo y mi hermano Gonzalo nos dijo:

-Tengo una noticia que daros: ¡me caso!... Ya he conocido a los padres y algunas de sus hermanas-

No nos sorprendió la noticia, era algo que esperábamos en cualquier momento ya que llevaba meses con la novia.

Para la merienda volvimos al refugio y así podía también celebrar el niño su cumpleaños con los amigos.

Los recuerdos que tengo del tiempo que pasamos en el refugio son buenos, todos los vecinos eran buenas personas, padres trabajadores como nosotros con 3 o 4 hijos la mayoría. Pronto hicimos amistad, Dolores es la que estaba mas cerca y su marido nos preguntó esa tarde los años que cumplía el niño, hasta entonces no habíamos hablado, le dije que 2 y no se lo creía, hablaba muy claro y con mucho vocabulario. Le hablamos siempre claro a los niños e intentamos que fueran educados, habían estado mucho tiempo sin trato con niños y mucho con adultos pero Francisco Javier llamaba la atención, siempre que le daban un caramelo o una chuche, decía gracias señor. Eso al marido de Dolores le hacía gracia y lo buscaba cada día para darle algún regalito.

Con todo el ajetreo pronto se quedó dormido y no tardaron las hermanas. Al quedarnos tranquilos esa noche hablamos de lo que se venía encima, montar una casa. No teníamos nada mas que las camas y la cuna del niño. Una mesa plegable y cuatro sillas, ropa de cama y pocos utensilios de cocina, era una preocupación grande: ¿ qué haríamos cuando nos trasladáramos al piso?. No dejábamos de darle vueltas al tema porque además había que pagar a la entrega de llaves 1.600 pesetas que no teníamos y que nadie cerca nos podía prestar, ni mi madre, ni mis hermanos.

Me costaba mucho dormir, lo único que me ayudaba era escuchar la radio hasta caer rendida y eso era siempre muy tarde.

El día era siempre igual, la comida la hacíamos en la habitación, algunos tenía cocinas de carbón, otros hornillos eléctricos. Los lavaderos eran comunes y dejábamos la ropa en agua con jabón y lejía por la noche para el día siguiente lavar y tender. Nos ayudábamos todas, estábamos pendientes unas de otras para lo que hiciera falta. Yo cuando tenía que ir con Inmaculada al médico, Dolores y Encarna se preocupaban de ayudarme en esas tareas y cuidar a mis hijos, al igual que yo si ellas tenías algo que hacer fuera del refugio.

La convivencia en el refugio fue una experiencia buena para todos, los niños empezaron a valorar los amigos y yo a los vecinos, hasta ahora poca vida fuera de casa habíamos tenido. Doy gracias a Dios por la suerte que he tenido en tener cerca siempre buenas personas y ahora añadía buenos vecinos.

Muchos no eran como yo había pensado antes de la mudanza, el tiempo me diría si me equivocaba o en verdad eran todos buena gente.

A mediados de febrero un mediodía llegó Adorna con buenas noticias, posiblemente para finales de Marzo estaríamos en nuestra nueva casa.

Esa tarde nos pusimos de acuerdo varias vecinas con los niños en ir a dar un paseo hasta la zona donde estaban los pisos. Todo era campo, teníamos que atravesar la vía del tren, huertas, terrenos cultivados... pero no estábamos lejos y el camino era corto. Al llegar a la obra empezamos a caminar por una calle larga, a la derecha había algunas construcciones y a la izquierda todo lo que sería el barrio, en la esquina había una torre alta de unos 12 pisos y a continuación eran bloques de 5 plantas, esa calle es lo que hoy conocemos por la calle Greco, era el fin de Sevilla (hoy muchos comercios y cerca de todos lados) había muchos pisos aún sin terminar. Íbamos eligiendo cual sería nuestro piso, muchas querían bajos, yo todo lo contrario. Elegí un quinto, último de un bloque. No olvidaba el miedo a las arriadas pasadas en casa de mi madre. 

Cuando pasaron las semanas y nos dieron la llave me sorprendí, nuestro piso era el que elegí ese día con las amigas, cuando aún era un sueño, fue suerte o Dios nos quiso premiar por tanto sufrimiento, eso nunca lo sabré.

Después de ese día casi todas las tardes íbamos para ver los avances de las obras. Una tarde preguntamos a uno de los obreros si quedaba mucho para acabar y nos dijo que no, solo el agua y la luz y nos preguntó porque queríamos saberlo. Le contamos que uno de esos pisos era el nuestro y mientras estábamos en el refugio viviendo, nos confirmaron que no tardarían ya que la calle estaba casi lista y nada mas se pudiera circular se darían las llaves.

Ya empezaba la cuenta atrás y teníamos el problema del dinero de la entrega de llaves, así que ese fin de semana fuimos a casa de mis suegros para ver si mi cuñada Adela nos podía prestar el dinero que nos hacía falta. 

Su novio estaba trabajando en Holanda, ella a la espera de poder ahorrar dinero para casarse. Sabíamos que era la única que contaba con la cantidad que necesitábamos. Ella nos dijo que lo consultaría con su novio y que cuanto necesitábamos, le dijimos 1.600 pesetas. 

-Si Paco dice que sí os lo doy mañana mismo pero no olvidaros que nos casamos en junio y lo necesitaremos-

Adorna le dijo que sin problema porque esperábamos algunas entradas extras en esos meses.

Mi cuñada Encarna se ofreció a pagarlo ella si no podíamos en la fecha de la boda. 

Mientras los niños jugaban nosotros les contamos como estábamos viviendo esos meses en el refugio, mis cuñadas quedaron en ir a visitarnos antes del traslado al piso y así fue, mi cuñada Adela nos dijo que Paco le había dicho que nos dejara 2.000 pesetas y sin problema, cuando pudiéramos ya se lo pagaríamos. Nos dieron una gran alegría, otro problema menos por ahora y en ese momento le dije a mi cuñada que contaran con nosotros para todo lo que necesitaran de la boda y ella me dijo que en pocos días iría de compras y si no me importaba acompañarla, le dije que sin problema.

Esa noche al acostarnos estábamos muy contentos, una preocupación menos y faltaba muy poco para tener nuestra casa.

Hoy he tenido un recuerdo que no he contado de una de las monjas del colegio, Sor Remedios. No se si recordáis, es a la moja que le pusimos mis compañeras y yo de mote: El Lobo Feroz. 

Pues no tendría Margarita 2 años, una tarde mi cuñado Juan, el que hizo la obra de casa de mi madre y mi padrino de bodas, trabajaba de celador en el Equipo Quirúrgico (casa socorro) en el Prado de San Sebastian, estaba cerca de donde trabajaba Adorna y se veían algunos días. Pues esa día le comentó que estaba ingresada y muy malita, así que fuí a verla. Cuando llegue había dos monjas con ellas, una Sor Josefina a la que salude y le dije que quería verla, me dijo que esperara porque estaba mal y sin ganas de ver a nadie. Al rato salió y me dijo que pasara. Me sobrecogí al verla, sin toca, solo con un gorrito blanco tapándole el pelo, muy delgada.

Se alegró de verme y me preguntó como estaba y que ya había llegado su hora. Yo le dije que no dijera esas cosas que aún le quedaba mucho para entregar la cuchara (algo que se dice mucho por aquí). La otra monja que estaba con ella era Sor Paz. 

Sor Remedios empezó a reírse y las otras dos también al verla a ella y me dijo:

-¿qué pasa María, es como el Ciprés de tu abuela?-

-¿Todavía se acuerda?-

-Pues claro que me acuerdo de eso y de muchas mas cosas de tí-

-Me alegro y por eso estoy yo aquí porque no olvido todo lo que hicieron por mí-

Seguí con ellas un buen rato, contándole cosas de mi niña, de Adorna, de mi madre. Al marchar le di un beso, el primero y el último. A las otras no porque si les había dado mas y seguiría teniendo tiempo. 

Todo esto lo quería contar porque me sentí feliz por dar una alegría a otra persona que ya no esperaba nada de mí y a la que hice sufrir con mis travesuras, la mas rebelde del colegio era la que iba a verla y dar un beso antes de morir y el recuerdo de esta visita vino a mi mente porque yo me sentí feliz cuando mis cuñadas vinieron a verme al refugio a decirme que contara con el dinero (algo que yo no esperaba).



  Mi madre, Inmaculada, Francisco Javier y yo en casa de mi madre 1965













viernes, 22 de mayo de 2015

22ª Parte del resto de mi vida...

Pasaron unos 15 días cuando una noche me di cuenta que Inmaculada tenía fiebre, a la mañana siguiente me fui al médico y Adorna se quedó con los niños. Fue un gran susto cuando el médico al reconocerla me dijo que podía ser hepatitis, me preguntó si habíamos tenido algún cambio en su vida rutinaria o si había nacido otro hermano. Yo le conté que el hermano casi tenía ya dos años y sí, nos habíamos marchado de la casa donde había vivido desde que nació junto a su abuela y sus tíos, además de nosotros. 

El médico me dijo que podía haberse provocado por tristeza o por haber comido algo, aunque no me lo confirmó hasta ver resultados de análisis en unos días. 

Cuando llegué le pregunté a los niños se habían comido algo de las huertas, uno de ellos dijo que si y me enseñaron lo que era. Le llamaban vinagrito (vinagrillo), una planta del campo con sabor a vinagre, su nombre "Oxalis pes-caprae". 


Me volví al médico y le explique lo que me habían explicado los chiquillos. No le dió importancia pero si me advirtió que debía tener cuidado con los vasos, cubiertos, etc. porque podía ser peligroso contagiarlo a los hermanos, no debían tener mucho contacto con ella  y a esperar que clase de hepatitis era y eso no se vería hasta que llegaran los resultados de los análisis, también me aconsejo que viera a la abuela y a los tíos todo lo que pudiera.

Vino mi hermano Manolo y se lo contamos, le pedimos que vinieran siempre que pudieran y trajera a mi madre y que cuando vinieran le dijeran que les gustaba mucho el sitio donde ahora vivía, sobre todo la abuela le debe demostrar que está contenta aunque no viva ya con ella. El médico daba casi seguro que todo era por tristeza del cambio de vida. 

Mi hermano se marchó triste y preocupado y no había pasado una hora cuando volvió con mucha fruta y alimentos sanos para que no le faltaran y al día siguiente a recogernos para ir a ver a la abuela. 

Mi madre no sabía fingir y al vernos entrar hizo un esfuerzo y sonrió diciéndoles -que alegría de veros, yo pensaba hoy ir  pero ya que habéis venido lo dejo para otro día y me quedo allí a dormir y estoy todo el día- Los niños se pusieron muy contentos y además les tenía muchas chucherías. Intentábamos tenerla siempre en brazos, esa tarde la abuela la tuvo mucho rato y ella estaba contenta y casi sin fiebre pero muy mal color.

A la semana siguiente cuando la vió el médico ya estaba mejor pero aún debíamos tener cuidado y seguir con el tratamiento que me había dado porque si era hepatitis pero no de las malas, con buena alimentación y cuidado pronto se pondría bien. 

Todo lo demás seguía tranquilo pero no por mucho tiempo. Pasarían unos días cuando una mañana después de desayunar Margarita y uno de sus nuevo amigos, Ignacio, junto a unos cuantos chiquillos mas se fueron a jugar al campo como todos los días pero pasaban las horas y fuero volviendo todos menos Ignacio y Margarita. 

Encarna, la madre de Ignacio, vino a verme por si sabía donde podían estar, no sabía nada y además no podía dejar a los niños solos para salir a buscarla, así que ella y otros padres se fueron a ver si los encontraban. Estaba muy nerviosa y disgustada cuando llegó Adorna que también salió a buscarlos. 

Los encontraron antes de hacerse de noche y ellos venían tan tranquilos cargados de trozos de mármol y sin saber lo preocupados que nos tenían. El mármol era para jugar al tejo, un juego popular en esa época y al parecer se habían ido cerca de donde estaban construyendo los pisos y encontraron mucho sin darse cuenta de que las horas pasaban.


Que susto nos llevamos tanto Encarna como yo. Hoy quiero que mi cariño y mi recuerdo sea para ella que todavía es vecina y a su hijo aún lo veo de vez en cuando y sigue siendo amigo de mi hija.