Pasaban los meses y todo iba bien. Una casa con un jardín, comedor, cocina y azotea pero para mis hijos y nosotros una sola habitación, la cama de matrimonio, una cama plegable, una cuna, ropero, peinadora, mesillas y todo lo que necesitan los niños pequeños por las noches, agua, pipi, cambio de pañales, etc.
En fin, empezamos a sentirnos incómodos, agobiados. Yo no podía decir nada porque cuando comentaba alguna vez que no podíamos vivir así mi madre empezó a llorar y Adorna y yo a pasarlo mal, sobre todos por las noches.
Recuerdo que tendría mi hijo Francisco Javier 4 meses, Adorna empezó un día con dolor de muelas y por las noches no podía dormir, así una y otra noche. El día que descansaba una de las veces que me levanté para dar el pecho a mi niño, empecé a quejarme y me preguntó qué me pasaba. Le dije que no podía aguantar un dolor de muela que tenía y que nada más amaneciera me iba al médico. Él no dijo nada pero cuando vio que me levanté, arreglé al pequeño y deje a las niñas preparadas, me preguntó qué donde iba y le dije que al dentista, se levantó y se vino conmigo.
Cuando estábamos esperando en la sala salió la enfermera y me dijo que pasara, Adorna se quedó con el niño. Entre y le conté al médico lo que pasaba con mi marido y le explique que a mi no me dolía nada pero era de la única forma que se me ocurrió que él fuera. El dentista empezó a reírse y me dijo que pasara mi marido.
Salí y le dije entra tu, me dio al niño y sin protestar entró, claro no se esperaba que le iba a decir el médico. Cuando salió no podía hablar pero su cara lo decía todo.
Cuando llegamos a casa mi madre me preguntó como estaba, le dije que yo bien pero Adorna no, ella me dijo claro, seguro que tendría infección.
Pasaban los días y Adorna estaba mejor pero molesto conmigo, no me hablaba. Las noches las pasaba mejor por lo menos dormía bien. Un día se lo comentó a un compañero del trabajo, Nogales, una de nuestros amigos y le dijo:
-Pues menuda suerte tienes, mi mujer me quiere mucho pero no sería capaz de hacer lo que ha hecho tu mujer.
Claro como es natural se enteraron todos los compañeros y le decían:
-¿Y tu te enfadas con la prueba de amor que ha hecho tu mujer para no verte sufrir? ¿Ir ella a quitarse una muela para que tu fueras también?
Total entre unos y otros fueron quitándole el mosqueo que tenía y un día cuando llegó a casa me dio un beso, mi madre le preguntó:
-¿Adorna, está usted mejor?
-Sí María... ¿No le ha contado su hija nada?
Mi madre me miró.
-No mama... yo no le he quitado la muela, fue el dentista.
Todos empezamos a reír y Adorna le contó lo que había pasado cuando fuimos al dentista.
Dijeron todos que había sido por amor, yo creo que si pero que fue mas por las malas noches que paso él y yo, viendo que no dormía y que tenía que irse a trabajar y así estuvo mas de nueve días, Margarita todos los días cuando el se marchaba y le daba un beso le decía:
-¿Papa... te duele?
Y él le decía que si.
Por eso siempre he procurado que mis hijos y nietos no le tuvieran miedo a los dentista ni a los truenos porque lo malo si los escuchaban es que iba pasando pero con mis hijas no lo he conseguido y sobre todo para una de ellas ir al dentista es lo mas malo que puede sucederle, hasta llegó a decir una vez que prefería un parto (eso ya lo contaré mas adelante).
Mi forma de ser me ha llevado muchas veces a tomar decisiones duras.
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