Blog Oficial de la actriz y escritora Sevillana María de Adorna

Bienvenidos a la web oficial de María Muñoz Ballesteros, más conocida como "María de Adorna". Actriz sevillana, mujer con carácter, apasionada y luchadora. Artista Sevillana, dedicada en cuerpo y alma a su gran pasión "El Teatro". Sus recuerdos, sus pensamientos, sus pasiones, SU VIDA.

En este lugar se intentará dar a conocer a esta artista, escritora y actriz sevillana de 84 años que pese a su edad no ha dicho no a las nuevas tecnologías. Ella contará sus recuerdos, hará memoria de su vida paso a paso. Una Guerra, una Niña, un Amor único, un Trocito de Historia.

martes, 24 de junio de 2014

Maribel...



Un día, hace mucho tiempo
Tendría unos ocho o nueve años cuando me escogieron para hacer un papel de pastora en la función de Navidad de mi colegio. ¡Qué felicidad! Iba a ser protagonista. Bueno, no me tocó la Virgen, que era lo que todas queríamos. Ni San José (¡menos mal!). Pero una pastorcita con una frase, era genial.
Estudié mi texto con entusiasmo. Ya no lo recuerdo, pero me lo sabía a la perfección. El día de la obra, mi madre me preparó una blusa blanca, una falda en tonos marrones, un pañuelo que me cubría la cabeza y la toquilla marrón de mi abuela (que siempre conservaré). El escenario era el patio del colegio. Preparaban un Belén viviente, menos el niño que era un muñeco, y los animales que no estaban permitidos. Vamos, que solo posaban la Virgen y San José, delante de los cuales íbamos pasando todos los demás personajes y hacíamos nuestras ofrendas. Un empujoncito de la directora de la obra, una señora que dedicaba gran parte de su tiempo en colaborar con el colegio, me indicó que era mi momento. Con paso decidido me situé frente al pesebre. De medio lado, para no dar la espalda al público. Y comencé mi parlamento. En la tercera palabra aproximadamente, miré a la gente ¡terrible error!, se me olvidaron las tres palabras restantes. Mi mente quedó en blanco. Un silencio perturbador se apoderó del patio del recreo. Hasta los más pequeños se callaron, ¡que ya era difícil! Y entonces  hablé: “Un momento, que voy a empezar otra vez”, dije. Pensé que ese día había acabado mi carrera de actriz. Me centré en otras artes, como el baile de las funciones de fin de curso, y el coro de la iglesia.
Seis o siete años después conocí a un grupo de gente que hacía teatro en el colegio del barrio. Un día fui a uno de los ensayos. Me senté en una de las sillas del salón de actos y miré. Disfruté muchísimo y me picó el gusanillo del teatro. Pero, ¿cómo podría yo formar parte de aquello? Tenía ante mí varios problemas que solventar. El primero el miedo escénico. Enfrentarme al público sin que se me olvidasen la mitad de las palabras. ¡Encontré la solución! La obra que preparaban tenía un pequeño papel de una mendiga que pedía algo de comer. Una frase, ¡perfecto para mí!  El segundo problema era María. Allí, en medio de aquella pandilla de amotinados estaba María. Daba órdenes a diestro y siniestro, como un general en campaña. Impresionaba. ¿Cómo acercarme y pedirle el papel? Sin contar con el hecho de que yo sabía, que ella sabía, que tonteaba con su hijo. Solo  pensar en acercarme y hablar con ella hacía que me subiesen los colores, y eso que yo nunca me ponía colorada.
Al final me armé de valor y se lo pedí. Creo que estuve una semana sin dormir.
—María —la llamé.
—Dime —me contestó sin quitar ojo a los cafres del escenario.
—A mí me gustaría hacer la mendiga —dije un poco cortada. Ella me miró un momento.
—¿Quieres hacer teatro? —me preguntó.
—Sí —le dije—. Un papelito pequeño, que hable poco.
—Vale. —Cogió unas fotocopias y me las pasó—. Sube al escenario y lee la Magdalena.
Me quedé muerta. La Magdalena tenía más de una frase. Eso no era lo que yo quería. Subí al escenario y leí el papel con los demás. Tenía la firme intención de decirle que prefería hacer la mendiga. Pero como suele ocurrir con mis firmes intenciones, no la cumplí. Hice el papel de la Magdalena, y algunos más. Descubrí que no pasa nada si se te olvida alguna frase (Adorna fue un gran maestro en ese aspecto).
                María y Adorna me ayudaron en ese momento a dar un paso hacia adelante. Han pasado muchos años y he tenido que dar muchos pasos más para seguir avanzando. Por suerte siempre he contado en mi vida con la fuerza de dos mujeres, para mí, insustituibles: mi madre y María, mi otra madre.
Y como soy una egoísta, exijo que sigan a mi alrededor muchísimos años más, porque todavía me quedan muchos escalones que subir.
¡Feliz Cumpleaños!
Maribel   
Junio 2014

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