Blog Oficial de la actriz y escritora Sevillana María de Adorna

Bienvenidos a la web oficial de María Muñoz Ballesteros, más conocida como "María de Adorna". Actriz sevillana, mujer con carácter, apasionada y luchadora. Artista Sevillana, dedicada en cuerpo y alma a su gran pasión "El Teatro". Sus recuerdos, sus pensamientos, sus pasiones, SU VIDA.

En este lugar se intentará dar a conocer a esta artista, escritora y actriz sevillana de 84 años que pese a su edad no ha dicho no a las nuevas tecnologías. Ella contará sus recuerdos, hará memoria de su vida paso a paso. Una Guerra, una Niña, un Amor único, un Trocito de Historia.

jueves, 12 de enero de 2012

Mi niñez en el colegio 8ª parte

En estos meses mi vida era aburrida, muy monótona, levantarnos a las seis de la mañana, desayuno, clases (siempre lo mismo, leer, escribir, las cuatro reglas…) Comida, taller de costura, algunos momentos de recreo, cena y a las ocho de la tarde a la cama.

Por fin llegó agosto y nos fuimos a Chipiona de veraneo. Para mí fue un precioso mes, la playa, los baños, la comida, los dormitorio… todo era diferente. El viaje en tren todas cantando. Todo me asombraba y disfrutaba del momento. 

El Santuario de Regla, también conocido como Monasterio de Regla, es de estilo gótico, y posee tres naves, la central y dos laterales más el presbiterio, con 16 metros de largo y 14 metros de ancho, siendo la estructura del retablo la misma que la de la entrada principal. Es destacable el Claustro mudéjar del S. XV, la Biblioteca y el Camarín de la Virgen.


A la hora de la siesta nos reuníamos con Sor Pilar para ensayar la obra de teatro de ese año, la haríamos el día de la Superiora, Sor Remedios. Otra vez… Pemán.

Eso era vida, yo estaba feliz. Un día fuimos al Santuario de la Virgen de Regla, yo me llevé un botecito y lo llené de agua de una fuente milagrosa que estaba cerca del Santuario, la guarde para regalo a mi madre para que no se pusiera enferma, también una medalla.

Volvimos a Sevilla a primeros de septiembre y en la misma estación le di a beber el agua a mi madre, ella se la bebió y le dije, es para que no te pongas enferma, mamá.

El ocho de septiembre nos confirmamos siete niñas que ya teníamos la edad, el Arzobispo de Lima Monseñor Lissón fue el encargado del sacramento.


Nació en la ciudad de Arequipa, de una familia católica, siendo sus padres don Carlos Lissón Hernández y doña Dolores Chaves Fernández. Cursó sus primeros estudios en el Colegio San Vicente de Paúl, dirigido por el presbítero Hipólito  Duhamel, y, terminados éstos, ingresó en al Seminario Mayor, donde cursó sus estudios filosóficos. Recibido en la  Congregación de la Misión fundada por San Vicente de Paul, viajó a París 1892, donde inició sus estudios filosóficos y teológicos.  Se trasladó luego a España en 1940, continuando su labor investigadora en el Archivo General de Indias de Sevilla.



 Cuando me tocó a mí, Sor Pilar le dijo:

-Monseñor es la nieta de D. Manuel Ballesteros.

El me miró con cariño. Con una mano me dió la bendición y con la otra me acarició la cabeza y me dijo:

-Pobriña… pobriña.

Yo le pregunté a Sor Pilar por qué me había dicho eso y ella no me contestó, mucho después supe el motivo de sus palabras.

El motivo era que Monseñor pensaba que mi abuelo se avergonzaba de tener a sus nietos en aquel colegio, podía habernos tenido en el mejor de Sevilla pero le daba vergüenza que sus nietos existieran.

Yo creo que Dios intervino para que yo estuviera allí, quizás en un colegio de niñas ricas hubiera dado lástima y en mi colegio yo era una de las más queridas por mis compañeras. Yo también las quería a todas, bueno a casi todas.

Milagros tenía muchos sabañones en las manos, le sangraban. Un día la castigaron limpiando la galería donde a mí me castigaron cuando mi aventura del tejado.

Yo desde el taller la vi. Me fui de clase, le quité el cubo y le dije que se marchara al comedor a recoger las mesas. Me puse a limpiar. Sor Agueda salió de clase y me dijo:

-María, ¿por qué estas limpiando? ¿por qué no estas en clase?

Yo le contesté:
-A Milagros le sangran las manos de limpiar, no tenéis corazón.

Se vino para mí con las tijeras en las manos y me cogió del pelo, me cortó un mechón bien grande, ese era uno de sus castigos preferidos, hacernos trasquilones en el pelo.

Todo lo dí por bien empleado, al día siguiente le quitaron el castigo a mi amiga Milagros.

A mí a los pocos días se me puso un dedo inflamado, fué por un pinchazo de un alfiler. Fui a la enfermería y se lo enseñé a Sor Paz, me dijo que no era nada, todo cuento para no trabajar.

Pasé unos días muy mal, se me puso negro casi todo el dedo pero el dolor fue pasando. Un día cuando escuché la campana de la visita del médico, Don Antonio Cortes, fui al patio y lo paré, le pedí por favor que le echara un vistazo a mi dedo. Él me lo miró bien y me preguntó si Sor Paz me lo había visto, le conté que sí pero que Sor Paz pensaba que era por no trabajar en el obrador. Me dijo:

-Ven conmigo

Cuando llegamos a la enfermería estaba Sor Paz y le dijo.

-¿Qué pasa con esta niña?

Ella al verme no sabía donde meterse.

Le dijo que no sabía nada que yo fuí a verla un día pero que no volví mas.

El médico le dijo, pues cúreselo inmediatamente y procure que no le duela al curarla y espero que esto no pase más.

Después supe por Remedios, una de las mayores, que por culpa de mi soberbia le habían reñido a Sor Paz, yo le dije:

-Me alegro… ella no me lo quiso curar, ni siquiera me lo miró.

Allí todas trabajábamos para el Ayuntamiento. Unas limpiando, otras en la cocina, en la costura, en la plancha, en los lavaderos. En fín, nadie cobraba por su trabajo de muchas horas. Las monjas decían que era para nuestra educación pero la verdad es que éramos niñas haciendo trabajo de personas adultas. Esos trabajos los empezábamos a partir de los 10 años hasta los 20 ó 23 donde ya salían para trabajar fuera del colegio y volvían a dormir. Allí no había ninguna empleada a sueldo.

Hoy de todo esto me alegro porque me ha servido en mi vida, fue un aprendizaje duro pero muy completo, por lo tanto doy gracias a todas ellas, aunque entonces no lo comprendía.

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