Blog Oficial de la actriz y escritora Sevillana María de Adorna

Bienvenidos a la web oficial de María Muñoz Ballesteros, más conocida como "María de Adorna". Actriz sevillana, mujer con carácter, apasionada y luchadora. Artista Sevillana, dedicada en cuerpo y alma a su gran pasión "El Teatro". Sus recuerdos, sus pensamientos, sus pasiones, SU VIDA.

En este lugar se intentará dar a conocer a esta artista, escritora y actriz sevillana de 84 años que pese a su edad no ha dicho no a las nuevas tecnologías. Ella contará sus recuerdos, hará memoria de su vida paso a paso. Una Guerra, una Niña, un Amor único, un Trocito de Historia.

jueves, 29 de mayo de 2014

14ª Parte del Resto de mi Vida...


Bueno... sigo con mi enfado. 

Pasaban los días, meses y años, todo seguía igual, mis amigos y compañeros de Adorna en el trabajo Nogales, Márquez y Sotomayor ya iban teniendo todos sus casas, nosotros como teníamos la de mi madre pues no hacíamos nada por cambiar la situación.

Cuando venían a casa para merendar y pasar un rato con los niños, siempre me decían que bien estábamos teniendo el jardín y que a gusto estarían los niños. Adorna me miraba... yo no decía nada.

Llegaron las Navidades del 1964, mi Margarita había cumplido 7 años, Inmaculada 4 y Francisco Javier casi 2. Una tarde mi hermano Manolo, se levantaba a las 5 de la mañana para trabajar, cuando llegó y comió viendo que los niños estaban viendo la tele, me acuerdo que era la serie Bonanza, vi que mi hermano se iba al coche a dormir un rato. Miré a mi madre y me dijo:

-Es que no puede descansar.

Como todas las cosas de mi vida que han llegado al límite, no sé si por soberbia o por fe, yo creo más por fe, ya no podía más y le dije a Adorna:

-Me voy con el niño, cuando termine la película ve tú con las niñas al parque. Yo tengo que hacer un recado.

Cogí a mi niño y me fui.

La verdad es que no sabía a donde iba pero cuando iba en el autobús pensé que iba al Gran Poder, así fue en un bar que hay en la plaza dónde se encuentra la iglesia, entré y le di de merendar a mi niño y yo tomé un café.


Entre en la basílica, me senté en un banco y me puse a rezar y a llorar, mi niño me miraba.

Allí estuve una media hora y me tranquilicé, entonces me marché y cuando iba por la calle Jesús del Gran Poder de pronto me acordé que en esa calle vivía un abogado amigo de mi abuelo, busque la casa y llamé. Cuando una chica abrió le dije que quería ver a Don Francisco y que yo era nieta de Don Manuel Ballesteros, no tardó mucho cuando me dijo que pasara.

Después de saludarme y preguntarme por mi madre me dijo que quería. Yo no sabía por dónde empezar, es más, no sabía cómo había llegado allí y para qué. Empecé a contarle todo lo que había pasado aquella tarde, que vivía con mis 3 hijos, mi madre pero que sólo tenía una habitación para dormir nosotros y los niños, también le conté que Adorna llevaba mas de 14 años trabajando en el Ayuntamiento de funcionario pero que cuando nos casamos nos quedamos con mi madre y mis hermanos para ayudarlos pero ahora no podíamos vivir en una habitación aunque tuviéramos todo lo demás de la casa. Le  dije que no pagábamos nada pero los gasto de luz y en todo lo demás si ayudábamos a mi madre.

Empecé tranquila pero acabé llorando, él me escuchaba muy tranquilo.

-Bueno, María...beba un poco de agua. -Yo apreciaba mucho a su abuelo y mi madre, tu abuelo me ayudó mucho en la carrera-

-¿Me ha dicho usted que su marido trabaja en el Ayuntamiento?

-Sí.

-Pues veremos que podemos hacer, voy a llamar a un amigo que me debe un favor.

Cogió el teléfono y llamó. Empezó a contar todo a la persona que había cogido el teléfono, haciéndole referencia a que era la nieta de Manuel Ballesteros y en la situación que me encontraba, nos encontrábamos.

Cuando terminó, se quedó callado unos minutos y me dijo:

-María mañana a las 11 tiene que ir su marido al ayuntamiento con el uniforme de su trabajo y con todos los documentos personales y con la escritura de la casa de su madre, no olvide el libro de familia. Allí le va a recibir una persona que puede ayudarle.

Entonces le dije:

-¿Don Francisco, cree usted en los milagros?

-Creo mas en las casualidades.

-Yo venía del Gran Poder, cuando me acordé de usted y de mi abuelo, así que para mí si ha sido un milagro.

-Bien María, es bueno tener fe y coraje en la vida, yo lo único que le pido es que cuando tenga usted su casa me lo comunique.

-Claro que sí.

Nos despedimos.

Cuando iba para casa con mi niño en los brazos no me lo podía creer y pensaba: "abuelo no hiciste nada en tu vida ni por mí ni por mis hermanos y ahora has hecho algo muy importante por mis hijos".

Creo que esa tarde fue la primera vez que perdoné de verdad a mis abuelos.

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